martes, 12 de agosto de 2014

RECUERDOS MARAVILLOSOS DEL CENTRAL HERSHEY

DE JOYA A PLASTA DE ...


Vista del Central Hershey cuando era una joya.
Soy de San Antonio de Río Blanco, pero el Central Hershey marcó  mi vida, tanto como como marcó el desarrollo de mi pueblo.
Recuerdo de niño que el tren cañero, tirado por aquellas enormes locomotoras de vapor, pasaba a unos escasos 50 metros de mi casa. A veces por las madrugadas, con los pitazos y las campanadas me despertaba asustado, cuando al pasar cargados con las cañas de los chuchos de San Antonio, Lotería y el Carmen, se acercaban a atravesar la Calle Real, junto a la bodega de Tomás el chino.
Por el día corríamos a la línea a “jalar” cañas de los vagones que pasaban bastante lentos. Cogíamos ricas cañas cristalinas, especiales y alguna que otra “piojota” (POJ) y luego a pelarlas o sacarles el jugo en algún trapiche casero.
Con mucha nostalgia recuerdo aquel silbato de notas muy bajas  (el pito de Hershey) “UUUUUUUUUUUUUUUUUUHHH” varias
veces al día, siempre puntual en cada cambio de turno, al igual que el pito de los trenes de pasajeros que llevaban y traían los trabajadores de SA y Jaruco. El tren era el reloj de mi madre. Si me quedaba remoloneando en la cama y no me levantaba para vender los periódicos, me decía “Levántate que ya sonó el pito del tren de las siete y veinte”. Mi padre trabajaba de peón de Vías y Obras del ferrocarril y terminaba de trabajar a las cuatro de la tarde. Como el barracón donde guardaban las herramientas y la cigüeña estaba cerca de mi casa, llegaba todos los días a la cuatro y diez o las y cuarto, si algún día se demoraba por alguna razón y pasaba de las cuatro y veinte, mi madre decía “¿Qué pasará que ya pitó el tren de las cuatro y veinte y Joseito no ha llegado?” La puntualidad era un orgullo de los ferroviarios.
Cuando el viento estaba del Norte en tiempo de zafra, nos traía un olor dulzón a melado de caña, pero además una nieve negra, las cenizas del bagazo que quemaban en las calderas. Entonces las mujeres se berreaban porque las sábanas blancas y la ropa tendida en los patios se llenaba de aquel bagacillo negro, que se les pegaba si la ropa estaba mojada.
Tren antiguo de la línea Hershey-Jaruco
Me gustaba coger el tren (el único eléctrico existente en Cuba) en la estación de la calle del Cementerio, también llamada oficialmente Ivo Fernández (pocos saben en SA quien es el tal Ivo Fdez.) o la calle de la estación. El viaje duraba unos diez a doce minutos.
 El tren travesaba la calle Real, pasaba por el Conde, La Mercedes, Loma de Travieso, El Comino, la fábrica de henequén y paraba  junto a la carpintería, en el Chucho 3. Allí el conductor se bajaba y llamaba por un teléfono de manigueta, para que le dieran vía hasta la estación Calle 12, donde llegaba después de pasar por el patio del central y junto a unos tanques elevados que olían y destilaban un fuerte y sabroso olor a melado o miel de purga.
Allí, muy juntas estaban las entradas al central y a la planta eléctrica. Nunca visite la planta en mi niñez, sólo una vez ya por los años 80, buscando a ver si existía y quedaba algúna pieza de repuesto para las turbinas de vapor General Electric, que aun funcionaban en la Papelera de Cárdenas.
Puedo no recordar todos los pasos del proceso de producción del azúcar, los nombres de los equipos y de las personas que nos llevaban y nos guiaban en las excursiones y visitas que hicimos, pero las imágenes, los olores y el ruido de todo aquel proceso, los revivo en mi memoria sin ninguna dificultad incluso los sabores del guarapo, del melado o del azúcar Candy que nos brindaban.
La visita al Central era una fiesta. Íbamos de excursión y en esa puerta de que hablé había un guardajurado (que así se llamaba entonces) vestido con el mismo uniforme de la Policía Nacional. Pasábamos y donde primero nos llevaban era a los basculadores.
¡Qué espectáculo¡ Allí en unas plataformas basculantes, se ataban los carros de caña con cadenas, se inclinaban y unos trabajadores abrían las puertas laterales  y con unos ganchos largos, ayudaban a que la caña cayera en un canal donde había unas cuchillas rotatorias, que las cortaba en pedazos. En la punta de aquellos canales colgaban unos potentes electroimanes, que extraían cualquier pedazo de hierro que pudiera venir mezclado con la caña. Sobre estos se contaba una anécdota, que en una oportunidad, alguien queriendo sabotear la producción del Central, puso en algún vagón de caña un enorme trozo de hierro forrado de goma, los electroimanes eran tan potentes, que lo extrajeron y lo mantuvieron pegado hasta que pararon el basculador y lo retiraron.
 Molino de un central (el de Hershey era mayor)
La principal atracción y también la mayor impresión, nos le llevábamos en el tándem de los molinos. Allí entraba un río de cañas troceadas que caían entre unas inmensas mazas de hierro, que las trituraban y le extraían el jugo y le añadian agua a cada paso. No recuerdo cuantos pares de aquellas enormes masas trituraban la caña, hasta convertirla en bagazo. 
Por un costado de aquella monumental maquinaria, había un tubo por donde salía un chorro de guarapo. En un jarro grande de aluminio y a través de una malla muy tupida, lo colaban y luego nos brindaban, que aunque algo caliente, era muy agradable al paladar.
El guarapo pasaba a los clarificadores donde le vertían unos sacos de cal. Luego el jugo mucho más claro, pasaba a cuatro evaporadores,  donde se le extraía el agua, quedando como una especie de jarabe más denso (melado), que pasaba a los tachos. Por el camino se le agregaban algunos reactivos y se sacaban muestras para los laboratorios.
Asi se veían los cristales de
azúcar candy que cogíamos
en los tachos.
Recuerdo bien los tachos, mi abuelo trabajó muchos años en ellos de puntista. ¿Qué es eso de puntista?, pues es un obrero con suficiente experiencia para saber cuándo la templa que  está en el tacho, tiene la densidad y ha cristalizado lo suficiente como para pasar a la otra etapa del proceso. Recuerdo que los tachos tenían un tubito que al sacarlo traía una muestra del jarabe o masa que se estaba cocinando, el puntista la cogía entre sus dedos índice y pulgar y decidía si ya era tiempo de vaciar el tacho y mandar la templa a las centrífugas. Hoy me imagino que todo ese proceso esté automatizado (Bueno, no en Cuba, que ya casi no quedan centrales y mucho menos con tecnología punta). También allí en algún rincón que se acumulaban restos de aquella masa líquida, podían extraerse grandes cristales de azúcar Candy.
Aquella pasta o masa extraída de los tachos, pasaba a las centrífugas, unos enormes cilindros de acero níquel, donde se separaba los cristales de azúcar de la miel. Luego por algún lado en unas esteras, salía el azúcar prieta y por otro la cachaza, que tenía un olor bastante fuerte y desagradable.
El azúcar era transportada a unos enormes embudos, debajo de los cuales se colocaban los sacos de yute, que se llenaban con 220 libras (100 kg) de aquel dulce producto que era orgullo nacional. Las bocas de los sacos eran cosidas en una máquina con un hilo grueso, luego eran volteados y otras esteras los sacaban de la nave y conducían a los almacenes, donde eran esperados por los estibadores, que los iban colocando en tongas cada vez más altas, hasta llegar casi al techo de aquellos grandes almacenes.
La visita a la casa de calderas no siempre era permitida, creo que pude pasar por
Estado actual de la Casa de Calderas.
ella sólo un par de veces, de las muchas que visité el Central. Era una nave enorme donde había un montón de calderas que quemaban el bagazo de la caña, para producir el vapor y la energía suficiente para hacer funcionar aquel coloso. Estaban conectadas a dos de las tres torres del Central y a dos chimeneas má pequeñas por el lado norte, estas eran las responsables de aquella nevada persistente, del negro bagacillo que inundaba el batey del Central y en ocasiones, como dije, llegaba a mi pueblo. Había allí un calor y un ruido infernales, siempre con un ir y venir de obreros, que no recuerdo ni sabía en qué se ocupaban.
La siguiente visita y una de las más interesantes era a la refinería.
A la refinería transportaban los sacos de 220 libras de azúcar prieta. Junto a una especie de enorme batidora eran descocidos en un plis-plas y su contenido vertido en ellas.
Nota curiosa: El hilo resultante del descocido de los sacos, eran unas hebras de un largo apróximado de dos metros, que salían enteras y que el operario iba tirando en un montón, de ahí eran repartidas entre los obreros que quisieran llevar. En mi casa siempre había un mazacote de ese hilo, que yo empataba y utilizaba para empinar papalotes y mi madre, entre otras cosas, para amarrar los tamales.
Yo me preguntaba: ¿Para qué ensacan el azúcar a menos de 100 metros de este lugar, para luego descoser el saco y diluir el azúcar?, ¿No es mejor transportar el azúcar directamente y así se ahorran el trabajo de ensacarla, el cosido y el descosido?
Saco de lino blanco en los que
se envasaba el azúcar refino.
La respuesta muy clara me la dio un guía muy avezado en el oficio, que me explicó: “No toda el azúcar que produce el Central se refina, mucha de la que se ensaca se vende o exporta en esos envases, otra parte a granel sale por el puerto de Matanzas y una gran parte se almacena y se refina durante el denominado tiempo muerto, pues la refinería no tiene la capacidad de refinar toda el azúcar cruda a la velocidad con que se produce. Por otra parte aquí también se refina el azúcar producido en otros centrales, de acuerdo con la demanda nacional o internacional que exista”. ¡Elemental Watson¡
Bueno el proceso del refinado no lo recuerdo, sólo que disolvían el azúcar prieta y le agregaban un montón de productos y la volvían a centrifugar y salía blanca.
Pero lo que si jamás se me olvidará, es la máquina que envasaba el azúcar refino en cartuchos de 2 libras y luego, 25 de estos cartuchos en un saco de papel, de tamaño tal, que los 25 cartuchos cabían exactamente en 5 hileras de a 5.
Aquella máquina automática de tecnología punta, (recuérdese que estoy hablando de finales de la década de los cincuenta del siglo XX) estaba pintada de un azul celeste como el de la bandera.
Asi era el cartucho de 2 lbs de azúcar
La leyenda decía: AZÚCAR REFINO
HERSHEY.  Hershey Sugar Co.
 El azúcar llegaba a un embudo, a la punta del cual unas pinzas abrían y colocaban un cartucho de papel  doble. El cartucho se fijaba al embudo por medio de unas abrazaderas que se cerraban, seguidamente, el embudo dosificaba dos libras exactas de azúcar dentro del cartucho que caía en una estera algo más ancha, que lo hacía avanzar hasta una especie de medio circulo que giraba de izquierda a derecha y cerraba un lateral. El cartucho seguía avanzando y esta vez otro medio círculo con un giro inverso, doblaba la parte del otro costado del cartucho, que continuaba avanzando , hasta que otro medio círculo, esta vez de atrás hacia, delante doblaba la parte trasera del cartucho sobre los laterales y le untaba pegamento. Quedaba levantada sólo la parte delantera que entraba en una guía que la doblaba hasta  quedar  el cartucho cerrado y aprisionado en su parte superior por otra estera, que  forzaba el pegado y cierre hermético del cartucho.
Este nuestro cartucho caía acostado y llegaba a una parte ancha donde era detenido,  hasta que se completaran los 25. Luego una especie de rastrillo empujaba los 25 cartuchos que entraban en una bolsa grande de papel, que un operario ya había fijado con otras abrazaderas,  transversalmente a la estera.
Hasta aquí, si no se ha aburrido tratando, con mi relato, de descifrar como era el proceso de envasado, le parecerá interesante, pero para mí lo más interesante era, que habían 5 de aquellos enbudos realizando la misma función a la vez, uno detrás de otro. Yo me pasaba tremendo rato maravillado mirando aquella máquina y esperando a que al cartucho, que caía del primer embudo y tenía que pasar por debajo de cuatro más, le cayera otro encima o que la parte de la máquina de cerrar y pegar no diera a abasto con tanto cartucho… Nunca pasó nada de eso.
La  máquina envasadora no aguantó ni el primer round de socialismo. Ya en 1962 cuando asistíamos a la Secundaria Básica y nos dejaban visitar el central, siempre en compañía de milicianos metralleta checa en mano,  aquella maravilla de la ingeniería estaba ya jubilada, porque faltaban piezas o no había papel o pegamento o etc., etc., etc. El ya de sobra conocido infierno comunista.
Vista actual del Central Hershey convertido
 en una plasta de...

¿Qué queda de Hershey? Sólo el nombre que no han podido borrar, a pesar de habérselo cambiado por el de Camilo Cienfuegos. Ruinas y más ruinas como las que existen a todo lo largo y ancho de aquella isla otrora paradisiaca, que los caprichos de dos viejos, ya cagalistrosos, han convertido en un infierno.
En otra ocasión volveré a tratar sobre este tema, hay mucha tela por donde cortar.

  



   


domingo, 19 de mayo de 2013

PERSONAJES INOLVIDABLES DE SAN ANTONIO DE RÍO BLANCO


ARMANDO RODRÍGUEZ 

A pesar de no haber nacido en San Antonio, Armando Rodríguez será siempre recordado con mucho orgullo por nuestro pueblo, donde residió por espacio de 20 años, se casó y tuvo su primer hijo.
Un guajiro sencillo, amistoso y jovial que estará siempre en el corazón de todos aquelos que tuvimos la suerte de conocerlo.
Sirva esta escueta biografía como homenaje a ese gran sanantoniense de adopción, para que sea conocido y también recordado por las nuevas genaraciones. 


Armando Humberto Rodríguez Hernández (Arcos de Canasí, Cuba, 6 de diciembre de 1922 – Veracruz, México, 27 de octubre de 2008) Jugador de béisbol juvenil de Cuba y árbitro muy destacado internacionalmente en este deporte, por sus conocimientos de las reglas del juego y su aplicación en todos los estadios beisboleros en que actuó durante 42 años.

Fue el primer cubano y latinoamericano en actuar en las Grandes Ligas de los EE. UU. Representó a Cuba y Venezuela en 16 Series del Caribe y durante varios años fue instructor en Santander, España, y Milán, Italia.
Sus logros han sido inmortalizados en siete Salones de la Fama del béisbol profesional.

  BIOGRAFÍA

Armando Rodríguez “El Guajiro” Nació el 6 de diciembre de 1922 en la Finca Semanat, cerca del poblado de Arcos de Canasí, entonces Provincia de Matanzas, Cuba.

Siendo aún niño su familia se muda al cercano batey del Central Hershey, donde comienza a jugar con otros chicos al béisbol el deporte nacional cubano, al que se mantuvo ligado toda su vida.

Con el Hershey's Sport Club
En la década de los ‘30 comenzó a jugar béisbol juvenil y más tarde en la Liga Nacional de Béisbol Amateur de Cuba vistiendo, entre otros, los uniformes de los equipos Deportivo de Matanzas, Juventud Católica de San Antonio de Río Blanco, Equipo Caraballo y el Hershey’s Sport Club, en los que jugaba cubriendo diferentes posiciones y en ocasiones la de árbitro.  

En 1937 fue seleccionado para participar en un Campeonato Mundial, donde ocupó las posiciones de primera base y de lanzador.

Su actividad deportiva comenzó ligada, como la de tantos otros niños cubanos, a un guante, un bate y una pelota, su pasión iba más allá y pronto se dio cuenta que lo que más le atraía era el arbitraje.
A pesar de ser un jugador disciplinado, tenaz y entusiasta, después de lesionarse durante un juego, decidió emprender un nuevo camino dentro del mundo del béisbol.

Con el equipo Juventud Católica de San Antonio.
Todo comenzó en 1938, en el antiguo estadio de “La Tropical” en Marianao, La Habana, donde actuó por primera vez como árbitro de la mano de su maestro y mentor Amado Maestri. Allí comenzó su idilio con el arbitraje que duró 42 años, actuando en más de 60 temporadas en México, Venezuela, EE. UU, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico y Colombia.

A principio de la década de los ’40 se traslada a residir en el poblado de San Antonio de Río Blanco del Norte, allí contrae matrimonio el 5 de diciembre de 1953 con la Maestra Normal Hilda María Pérez, con la que tuvo dos hijos, Armando y Carlos Humberto.

A mediados de los ’50 comenzó a trabajar como árbitro en la Liga Cubana de Béisbol Profesional, que contaba entonces con cuatro equipos: La Habana, Almendares, Cienfuegos y Mariano, lo que hacía de esta un circuito muy fuerte y de muy alto nivel, siendo, incluso, considerada superior a la Triple A. En esta Liga actuó durante seis temporadas.

Un hecho memorable de su carrera durante este período, sucedió el 26 de octubre de 1957 en el Estadio del Cerro, cuando al decretar una falsa jugada del lanzador del equipo Cienfuegos, el norteamericano Danny McDevitt, este se molestó, lo insultó y le lanzó la pelota, por lo que resulto expulsado del juego.
McDevitt reaccionó aun más molesto y descontrolado agredió físicamente al árbitro, quien en defensa propia le asestó un golpe con la careta, produciéndole una herida en la cabeza.
Como resultado del altercado Rodríguez fue suspendido de toda actividad durante 15 días y el lanzador hubo de pagar 50 dólares de multa por su provocación.

Su consagración como uno de los mejores árbitros de béisbol de Cuba hace que sea contratado para actuar en varias ligas extranjeras.

En esta casa de San Antonio de Río Blanco  vivió Armando
Rodríguez con su famila, antes de emigrar a México 
En 1958 debuta en la Liga Méxicana y en 1959 es invitado por el presidente de esta liga para actuar en el circuito de verano, en el que impartió justicia en los campos beisboleros durante 20 temporadas.

Desencantado con los cambios que introducía en Cuba la revolución castrista y principalmente por la firma de la Resolución 83-A del Instituto Nacional de Educación Física y Recreación (INDER) que puso fin a la práctica del béisbol profesional en la isla, opta por el exilio y junto a su familia se radica definitivamente, en su segunda patria: México. Instaló su hogar en Veracruz, ciudad a la que en 1960 había sido invitado a residir, por su amigo Roberto “Beto” Ávila, tras vivir un año en la ciudad de México.

Asi lo recordamos en San Antonio de RB
En 1961 actuó en la Liga Invernal de Nicaragua y en 1962 se trasladó a Venezuela, donde fungió como jefe de árbitros por espacio de una década.

Debuta en la Triple A en 1966 y durante 4 años arbitró los juegos de entrenamiento de pretemporada para las Grandes Ligas (MLB), en la Liga de La Toronja de la Florida.

Durante la Serie del Caribe de 1971, se le ofrece la posibilidad de ascender en su carrera de árbitro a las Grandes Ligas, la cima mundial del deporte de las bolas y los strikes. En aquel momento no puede aceptar la oferta y regresa a México, hasta que en 1974 es llamado para firmar el contrato con las MLB, trabajo que en esta ocasión acepta con mucho agrado.
El 4 de abril de 1974 debuta en las Grandes Ligas de Béisbol, en el Arlington Stadium, calificando los lances del juego en la tercera base, en un encuentro entre los Vigilantes de Texas y los Atléticos de Oakland. Un hecho histórico que lo convierte en el primer cubano y latinoamericano en alcanzar tan alta posición, aun con los inconvenientes de contar con 51 años de edad y de no hablar el idioma inglés.

Después de concluida la serie de 1975, por situaciones personales abandona la Ligas Mayores y decide regresar a las de Méjico y Venezuela

Al inicio de un juego de la serie Juárez-Laredo en junio de 1976, se ve obligado a interrumpirlo, producto de un fuerte dolor en la espalda. Es hospitalizado de urgencia en Ciudad Juárez, donde se le diagnostica una avanzada enfermedad renal, que lo mantiene alejado del béisbol durante un tiempo.

Es nombrado para el cargo de Vicepresidente del Club Rojos del Águila de Veracruz en 1979, cargo que ocupó durante 5 años.

Ocupó igualmente el cargo de Alto Comisionado de la Liga Invernal Veracruzana y trabajó como instructor de árbitros para ese circuito, así como para el béisbol del gobierno del estado.

Abandona definitivamente su carrera de árbitro en 1980 y comienza a trabajar en PEMEX hasta su jubilación.

En el año 2005 conjuntamente con el Gobernador del Estado de Veracruz y el Director del Instituto Veracruzano del Deporte, trabaja en la creación de la Liga Invernal Veracruzana y la Academia de Árbitros de Veracruz.

Producto de una severa neumonía, fallece el 28 de octubre de 2008 en la sala de urgencias del Hospital PEMEX de Veracruz

Foto tomada del Blog  Voz y deporte "Al bat" (*)
El “Guajiro” gozó siempre de una recia personalidad que inspiraba el respeto tanto de los jugadores, como de todo el personal técnico.

 Basado en un profundo conocimiento de las reglas del juego de béisbol, en su experiencia y su sentido de justicia, sus veredictos eran muy bien calculados e imparciales.

Por norma imponía su autoridad en el terreno de juego y no era muy propenso a aceptar réplicas a sus decisiones, por lo que no demoraba mucho en decretar la expulsión de un jugador.

Por su larga y fructífera trayectoria fue inmortalizado en los Salones de la Fama del béisbol de Cuba, México, Miami, Nueva York, Washington y el Pabellón de las Series del Caribe.

REFERENCIAS.





Agunas fotos fueron tomadas de su página de Facebook:

lunes, 14 de enero de 2013


EL PARQUE DE SAN ANTONIO DE RIO BLANCO.

La inmensa mayoría de los pueblos y villas fundados por los colonizadores españoles en Cuba, poseen las mismas características: Una plaza (a veces llamada batey) como centro, alrededor de la cual se iba expandiendo el pueblo con la edificación de nuevas viviendas y locales comerciales. Invariablemente esa plaza se construía junto al camino principal, que luego se transformaba en la “Calle Real” y detrás de ella no podía nunca faltar la iglesia católica, bajo la advocación de algún santo o acontecimiento sagrado, que se convertía en el patrón del pueblo, en ocasiones dándole nombre.

Es el caso de San Antonio de Río Blanco, fundado el 13 de junio de un año que aún no he podido determinar, pero que analizando algunos documentos encontrados, deduzco que debió ser a mediados del siglo XVI.  Por esa razón la iglesia, originalmente de madera, fue consagrada al patrocinio de San Antonio de Padua.

Croquis de la zona del parque en 1959.
En aquella antigua plaza que ocupa una pequeña manzana trapezoidal, se construyó un parque, también en fecha indeterminada, en cuya parte central se levantaba una glorieta,  desde donde partían aceras en forma de radios, hacia los centros y esquinas del trapecio  de no más de cincuenta metros en cada uno de  sus lados, que estaba también circundado por una ancha acera.

La glorieta era una plataforma circular a la que se  accedía por tres peldaños, sobre la que se levantaban ocho columnas jónicas, unidas en su parte superior por un ancho arquitrabe que en su tiempo sostenía un techo cónico, del cual en la década de los cincuenta, sólo quedaban las viguetas que soportaron la cubierta, unidas en el vértice del cono.

En esa década aquella glorieta servía de escenario a un sinnúmero de actividades culturales, lúdicas o políticas que se realizaban con bastante asiduidad en el pueblo y a las que acudía la mayoría de sus habitantes en busca de un rato de diversión y esparcimiento.

Antiguo parque de San Antonio
Frecuentemente se tocaban  retretas  amenizadas por  la Banda Municipal de Jaruco, la de los bomberos de Güines o  alguna otra agrupación musical de las poblaciones cercanas.  En otras ocasiones bardos locales e invitados ponían la nota guajira con sus controversias y canciones, que  acompañaban con los instrumentos tradicionales de la música campesina.

Esporádicamente la glorieta era ocupada por artistas populares, magos, malabaristas, etc., que actuaban espontáneamente y luego pasaban el sombrero con la socorrida frase de “coopere con el artista cubano”. 

También era utilizada de plataforma para los mítines de los políticos, que arengaban pidiendo el voto para sus partidos y siempre dejaban la promesa de la construcción de las aceras y el acueducto que tanto necesitaba el pueblo, promesa que nunca cumplían.  De estos recuerdo a Panchito el alcalde de Jaruco y a Clavelito, postulado para Representante a la Cámara cuya presencia causó un gran revuelo en el pueblo.

El parque siempre fue el centro de nuestros juegos infantiles, sobre todo a los escondidos y a los pelotazos, juego que consistía en tirarnos mutuamente una pelota confeccionada con la parte exterior de las cajetillas de cigarrillos, dentro de la cual generalmente poníamos una piedra, para que fuera más fuerte el impacto y que doliera más.

Los domingos los vecinos vestidos con sus mejores galas, es decir “endomingados”, salían en busca de un rato de esparcimiento. Entonces el parque se llenaba de parejas o grupos de familiares y amigos que simplemente iban a conversar o a tomar fresco, rompiendo así con la rutina diaria.  Esta era la principal excusa de los jóvenes que iban en busca del ligue.  

El parque de San Antonio en 2010
En esos días los limpiabotas cercanos, Paíto, Manengue, Manelo y Miñe, no paraban de limpiar zapatos hasta cerca de las nueve de la noche. Pepe el chino hacía la zafra en su puesto de fritas, Juancito con la guarapera al igual que los heladeros de Hatuey y Guarina, los maniceros y algún que otro vendedor ambulante. En los bares de Estrada, Molina, Fernando y Pua los borrachos hacían girar sin parar en las vitrolas, los discos con los boleros de moda, mientras que en el Liceo se proyectaban las películas de turno.

(Continúa)

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El pueblo que llevo en el corazón.



Nací en San Antonio de Río Blanco del Norte, nombre largo donde los haya. Aunque he buscado y rebuscado no he podido encontrar en idioma español otro, que tenga más de las veintinueve letras del nombre de mi pequeño pueblo.

Cuando le digo a alguien que soy de allí, enseguida me pregunta con cara de desconcierto: ¿Dónde queda eso? Y tengo que echar mano a las localidades cercanas para situarlo en la geografía de la isla. Mi pueblo está situado entre Jaruco, Caraballo y el Central Hershey, exactamente a doce kilómetros al sur de Santa cruz del Norte, lo que quiere decir que soy habanero, guajiro habanero.
Historia.
Cuenta la tradición oral que originariamente se fundó en otro lugar con el nombre de San Matías de Rio Blanco del Norte a mediados del siglo XVIII y que al final del XIX sus habitantes huyendo de una epidemia de cólera que se había desatado, emigraron y se establecieron en el lugar que ocupa hoy; entonces lo rebautizaron con el nombre de otro santo, gloria de la orden de frailes menores: San Antonio de Padua.

Rebuscando en la red he encontrado algunas reseñas de su historia, algunos documentos de mediados y finales del siglo XVIII y principios del XIX ya mencionan la iglesia bajo la advocación de San Antonio, como parroquia a la que se adscribían como auxiliares, las iglesias de los pueblos cercanos que se fueron fundando en años posteriores, como Jibacoa, Tapaste, Bainoa, Guanabo o Caraballo. Se dice que ya en 1814 contaba con 387 habitantes y que en el censo de 1841 su población ascendía a 518 personas (toda una gran ciudad).

Su situación en una zona eminentemente agrícola con grandes extensiones de tierras fértiles y un clima sano, hace que florezca la agricultura, que por diversos factores socioeconómicos se redujo principalmente a la caña de azúcar y otros cultivos menores. Durante el siglo XIX el cultivo de la caña proliferó en los alrededores del poblado, suministrando materia prima a varios ingenios cercanos, como El Carmen, San Miguel de Jiquiabo o Majana, de los que aún quedan vestigios.

Durante las guerras de independencia muchos guajiros de mi pueblo, como los del resto de la isla, se alzaron y combatieron por la libertad de Cuba, algunos perecieron en la contienda y cayeron en el olvido, he encontrado sus nombres en el Registro de Defunciones del Ejército Libertador de Cuba y les daré un lugar en un post dedicado a los personajes famosos o ilustres del pueblo.
Siglo XX.
El cambio de siglo y en particular el fin de la guerra y la instauración de la república provocan un auge económico que favorece el crecimiento de la población que ya en 1919 contaba con 2283 habitantes censados. Es en ese año que culmina la construcción de la etapa inicial y realiza su primera molienda el Central Hershey, situado a escasos seis kilómetros, lo que trae consigo un mayor impulso al desarrollo de la base económica del territorio y la prosperidad de sus habitantes.

Con la construcción del central no sólo se incrementó la necesidad de mano de obra en el sector agrícola con el aumento del cultivo y cosecha de la caña de azúcar, sino también en el sector industrial, pues conjuntamente con el central, su dueño el millonario norteamericano Milton Hershey, hizo que se construyeran en años sucesivos la planta eléctrica, la refinería de azúcar (en su tiempo la más grande y moderna de América), la fábrica de aceite de maní Hershey, una desfibradora de henequén y el ferrocarril eléctrico (único existente hasta hoy día en Cuba), para el transporte de las cañas al central, del azúcar producido a los puertos de embarque y el servicio de traslado de pasajeros, principalmente de los obreros y empleados del central y sus dependencias.

Uno de los principales ramales de este ferrocarril atraviesa San Antonio uniéndolo a Jaruco y al batey del Central y de ahí, le abre comunicación con las ciudades y pueblos situados a lo largo de la línea principal Casa Blanca – Matanzas y de otros ramales secundarios.

Le siguen años de relativa prosperidad en que el pueblo continúa creciendo. En 1926 se funda la Sociedad Liceo, sociedad de recreación sólo para blancos, a lo que responden los ciudadanos de raza negra creando la Sociedad Unión Social, ambas duraron hasta que llegó el comandante y mando a parar.

La gran crisis de 1929, conocida como “la moratoria” se hace sentir con fuerza. Mi padre, que trabajaba de peón de vías y obras en el referido ferrocarril, me contaba que perdió todos sus ahorros depositados en un banco, unos 700 pesos de entonces y que el hambre y la miseria se apoderaron de los campos, todo agravado por la inestabilidad política y la violencia que se vivieron en los años posteriores a la caída del dictador Gerardo Machado. Muchos trabajadores sufrían las consecuencias del desempleo, la zafra azucarera principal fuente de trabajo, se reducía a 3 o 4 meses al año, después venía el denominado “tiempo muerto”, por lo que durante ese período tenían que buscar el modo de obtener recursos con qué cubrir sus necesidades básicas y pagar las deudas contraídas.

Debido a la escasez de otras fuentes de empleo ajenas a la agricultura y a las industrias cercanas, los pobladores buscan formas de ganarse la vida abriendo pequeños comercios y dedicándose a otras actividades económicas por cuenta propia, es entonces que se van estableciendo chinchales y talleres que dan inicio a una industria de la rama ligera que con el tiempo viene a resultar la más representativa del pueblo, pues dio trabajo a una abrumadora mayoría de toda la fuerza laboral femenina empleada, me refiero a la industria de las confecciones textiles, que ya tenía cierto auge en la región y cuya historia merece capitulo aparte.

Fueron años duros y difíciles, pero como siempre después de la tempestad viene la calma, en la década de los cuarenta se vivieron años de bonanza y progreso. La elección de Fulgencio Batista como presidente constitucional con la victoria de la Coalición Democrática Socialista en los comicios de julio y la promulgación de la Constitución de 1940 abren esta década, en la que la economía cubana se vio favorecida con el aumento de las exportaciones de azúcar y otros productos, a causa de la gran demanda internacional como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.

Según el censo de población realizado en 1943 San Antonio de Río Blanco contaba con 3000 habitantes, muchos de ellos residentes en típicos bohíos de tablas y guano de palma real, como aquel en que vi la luz en 1945 Anno Dómini Nostri Iesu Christi.

La Sociedad Liceo

LA SOCIEDAD LICEO.

Fachada de la Sociedad Liceo, hoy llamada Círculo Social Obrero
Como muchos habitantes saben, la Sociedad Liceo de San Antonio de Rio Blanco se fundó en 1925. Y se sabe, no precisamente porque esté escrito en los anales de nuestro pueblo que no existen, si no porque quienes lo fundaron tuvieron la genial idea de grabar la fecha en el cristal del tragaluz de la puerta principal, que aún se mantiene, a pesar de las inclemencias y vicisitudes por las que ha pasado este edificio y la propia institución.

El edificio de mampostería, inicialmente con techo de tejas acanaladas y cielo raso, tenía un enorme salón donde se realizaban los bailables, un escenario debajo del cual estaban los camerinos y amplios baños para hombres y mujeres. Posteriormente se realizaron cambios substánciales en el edificio de los cuales hablaré posteriormente. La sociedad era exclusiva para personas de la raza blanca, como era costumbre en aquella época republicana.

Entre las anécdotas que me contaba mi madre en las que mencionaba al Liceo de la etapa de su juventud, allá por la década de los años treinta del pasado siglo, recuerdo especialmente una, en que me contaba cómo eran los bailes por aquella época.
En ocasiones descubrí lágrimas en sus ojos al rememorar aquellos tiempos pasados, pero eso nos sucede a todos los viejos que añoramos nuestra juventud.

Durante las fiestas tradicionales, que en San Antonio se celebraban por todo lo alto, el 13 de junio, día del Santo Patrón y el 25 de diciembre día de Navidad, se realizaban en el Liceo bailables, en su mayoría amenizados por las más famosas orquestas de la época, gracias al relativamente alto presupuesto con que contaba, ya que la abundante clase media del pueblo, estaba asociada casi en su totalidad y el placer de divertirse en compañía de familiares, vecinos, amigos y conocidos era un sentimiento general compartido por todos sus habitantes.

Yo recuerdo durante mi niñez que distintas fiestas fueron amenizadas, entre otras, por las orquestas “Aragón”, la de Benny Moré y el Conjunto “Casino”, las más populares en aquellos tiempos. En alguna que otra ocasión también se bailó al compás de la música de algún órgano oriental.

Graduación de alumnos de 8º del Colegio Academia "Patria"
realizada en la Sociedad Liceo el 26 de junio de 1954.
El edificio se engalanaba, principalmente con guirnaldas de bombillos de distintos colores, que se colocaban en la fachada, siguiendo las líneas horizontales superiores y los arcos de las columnas. Espectáculo muy bello que pudimos contemplar hasta principio de los sesenta en que se terminó todo, al transformarse la institución en el denominado “Circulo Social Obrero”. El salón principal se adornaba con cadenetas e hileras de banderitas o papeles de colores montados transversalmente, lo que ofrecía un bonito espectáculo.

En aquellos años existía la costumbre de que las jóvenes llevaran un lápiz y una libretica, donde apuntaban el orden de las piezas musicales que tocaría la orquesta de turno, y el joven con el cual se comprometía bailarla.

Las muchachas iban, sin excepciones, acompañadas por su respectiva chaperona y se sentaban en sillas y sillones colocados junto a las paredes del salón principal, quedando el centro libre para los bailadores. Supongo que esa era unas de las pocas ocasiones en que los enamorados, aun no oficializados por la “petición de mano”, podían acercarse e incluso propinarse un apretón o alguna caricia furtiva.
El estampido de los voladores y el espectáculo de luces de bengala, acompañaba siempre cada festejo.

Además de la ya citadas, en el Liceo se organizaban otros bailables en ocasión de los carnavales y alguna otra fecha que se dispusiera. En la década de los años cincuenta, muchas de estas fiestas eran amenizadas por la orquesta local, el “Jazz Band Indian” cuyo organizador y director era César Ferré, conocido mecánico dental y vecino del pueblo.

En el amplio escenario se realizaban distintas y variadas actividades culturales, entre las que destacaban la presentación compañías de teatro bufo cubano.

Cabe recordar que durante el paso del famoso ciclón de 1926, se encontraba actuando en esta Sociedad Liceo, recien inaugurada, un grupo de teatro en el que trabajaba Enrique Arredondo, ese destacado actor humorístico de la radio, la televisión, el cine y el teatro cubanos. La anécdota el mismo Bernabé, “Cheo Malanga”, o el” Dr. Chapotín” la cuenta en su libro autobiográfico "La vida de un comediante".

También se realizaban en el Liceo actividades escolares y en especial, los días de fiestas nacionales, como el 28 de enero, 24 de febrero, 20 de mayo, 10 de octubre y 7 de diciembre. En esos días solían reunirse los alumnos de las cuatro escuelas primarias, existentes en el pueblo y recordar esas fechas patrióticas recitando versos, con bailes, canciones, etc.
Un dato sin precisar, es la fecha del comienzo de la utilización del local del Liceo para dar funciones de cine.
En el centro de la fachada por su interior, se construyó una pequeña sala de proyección sobre una placa voladiza, a la que se accedía, por medio de una larga escalera de madera. Las películas se proyectaban sobre una gran pantalla montada en el escenario. Se utilizaban para ello, dos proyectores de 35 mm, que en ocasiones tenían problemas en su funcionamiento, por lo que se dejaban oír los consabidos gritos de “!Cojo, suelta la botella¡” o ¡”Guitafóooon¡” cuando se interrumpía el audio.

Los asistentes se sentaban en hileras de seis butacas de madera barnizada, unidas y transportables, que se retiraban cuando en el salón se realizaban bailes o cualquier otra actividad que lo requiriera. En una tanda se solían proyectar al inicio un noticiero, casi siempre desactualizado, luego una película principal, de estreno relativamente reciente, ya que después de pasar por los circuítos de cines de La Habana, comenzaban a ser distribuidas por el interior del país y en San Antonio siempre se las agenciaban, para alquilarlas al comienzo de esta distribución, por lo que en muchas ocasiones se veían películas muy actuales. Junto a esta película se proyectaba otra, a la que se denominaba de relleno.


Las películas se anunciaban en un cartel, que en los años cincuenta era rotulado por Antonio Pérez (Gordito), colocado en el portal del Liceo, y voceadas por las calles con ayuda de una bocina de latón. Esta tarea la realizaba en los años mencionados, por el Roberto Febles (El Chino) y el pregón que realizaba en cada esquina decía: “Hoy, hoy, Cine Liceo presenta la gran película titulada… ‘Veracruz’, con Tony Curtis y Burt Lancaster y… ‘Se solicitan modelos? Con Clavillazo,… Mayores 30, niños 20, socios gratis”.(Los nombres de las películas son un ejemplo, la programación cambiaba todas las semanas)

Las funciones eran los jueves y sábados y algunos domingos se daban matinés. Los socios y sus familiares podían entrar gratis en las funciones de los jueves, esas eran las que no me perdía, por ser Arnaldo, mi hermano mayor, uno de los socios.

Desde que se iniciaron las trasmisiones de televisión y la señal llegó a San Antonio a través de las torres instaladas en El Comino allá por 1951-52, el Liceo adquirió un televisor de pantalla grande, Los programas eran elegidos entre la programación de los varios canales existentes y la lista mecanografiada y puesta a la vista delante o al costado de la alta mesa del aparato, así se evitaban, las broncas que precedieron a esta medida. A finales de 1957, fue adquirido en la tienda de electrodomésticos de Pous, un televisor de 26 pulgadas que recepcionaba los programas a color, emitidos por el recién inaugurado Canal 12 de Pumarejo.
Puerta principal con la leyenda:
Sociedad Liceo  Fundado en 1926

Durante el primer quinquenio de la década de los cincuenta, se llevó a cabo una remodelación total del edificio del Liceo. Se cambió el techo inicial de tejas de canalones de fibrocemento o metálicas,(no recuerdo bien) y se tiró una placa de hormigón a todo el edificio y se agregó un salón en su parte izquierda, al final del cual se construyó una cantina para el expendio de bebidas y comidas ligeras.

En este salón equipado con mesas y taburetes, se podía jugar a las cartas, cubilete, parchís, damas, ajedrez y al más popular y solicitado de los juegos de mesa en Cuba… el dominó. Todos estos juegos estaban a disposición de los socios y sus familiares, aunque normalmente se dejaba entrar y jugar a personas que no eran socios, pero que eran personas conocidas por los integrantes de la Junta Directiva, que no tenían recursos para pagar la membresía.

También se cementaron los patios y en el de la parte trasera se construyó un campo de que servía para jugar baloncesto, volibol y hacer otros deportes. En 1958 ya se contaba con dos equipos de bastante calidad, en estas disciplinas, equipados con implementos necesarios y moderna ropa deportiva, con la leyenda en la espalda de las camisetas “Sociedad Liceo, San Antonio de Río Blanco” y en el centro el número del jugador.

Una de las últimas grandes inversiones realizadas fue la compra de 100 sillas de cedro y 20 sillones. Las sillas se dispusieron alrededor del salón y los sillones una fila interior y varios en el portal. En estos últimos solían los socios sentarse y balancearse, mientras conversaban con sus amigos, también uno que otro tiraba su cabezadita. Esto lo conozco de primera mano, pues fui el ayudante de Roberto Marichal, en el barnizado de todos estos muebles.

Entonces un buen día… “Se acabó la diversión, llegó el comandante y mando a parar”. Hoy la Sociedad Liceo, transformada en Círculo Social Obrero es una ruina más dentro del panorama de San Antonio de Río Blanco y de toda la isla.